martes, 22 de enero de 2013

Oniria e Insomnia

Oniria encuentra a Insomnia, los dos conectan bien.
Quizás en otra vida, fueron un mismo ser. 

Será un reencuentro inesperado en noche azul
sí, ya lo verás, 
cuando me gire entre la gente, serás tú. 
sí, ya lo verás....

Brit - Capítulo 12


Las personas van y vienen, y yo me iba, me estaba yendo… tenía mucho más que decir pero...

Yo ya me había ido…

V.

lunes, 21 de enero de 2013

Brit - Capítulo 11

- ¿Sorprendida? – se burló Brian mientras levantaba las cejas rápidamente apuntándome con la pistola.

Cálmate histérica, pensé. “¡Qué histérica, ni que niño muerto! ¡Tiene una pistola!” ¿Eso de ahí? Mi subconsciente, siempre tan útil él. 


Todo iba a salir bien, yo iba a estar bien, sí, sí, sí… mañana yo estaría bien, bien jodida. Al parecer Brian sabía más información de mí que yo de él, espero que Richard hubiera activado un plan de acción, o cualquier cosa que activaran ellos cuando uno de sus Ángeles, por decirlo de una manera ordinaria, estaba en peligro. Estaba en cuarentena, se suponía que cuando pasaban estas cosas te tenían vigilado 40 horas. Sí, tenían que tener un plan ¡¿No?!

No era capaz de moverme, con cinco segundos hubiera sido suficiente para entrar en casa y cerrar la puerta de un golpe, pero eso supondría un peligro para mi madre y una serie de explicaciones que ahora mismo no tenía ganas de explicarle. “Eh mamá, que bueno... que tengo superpoderes, sí, leo la mente; sí, también me teletransporto, no, donde quiero no; ¿que porqué? Por el "turning point". Bla bla bla.  Ah y se me olvidaba… Nada importante ¿eh? Hará cosa de un tiempo que le robe a uno de los peces más gordos del mundo uno de sus más preciados secretos y claro, acaban de venir a saldar cuentas. Pero tú no te preocupes, solo me torturaran hasta que consigan lo que quieran, nada del otro mundo”. Evidentemente no.

Y ahí estaba yo, pensando un plan. Definitivamente estaba jodida. Ahora entendía porque la gente en las películas se quedaba paralizada cuando iba a morir; no es que fueran unos retrasados desadaptados del medio, simplemente el cerebro entraba en una infinita desconexión, en un rollo de "tonto el último", maldito traidor. Ya me lo imagino enfundado en un bañador de flores hawaianas de colores estridentes con la maleta y las gafas de sol diciendo“¡Aquí os quedáis pringaos!” mientras dice adiós con la mano.

- Como te muevas, te juro que te vuelo los sesos – sentenció con una sonrisa de superioridad – y después le vuelo la tapa de los sesos a ella – continuó, señalando con la cabeza la casa, refiriéndose a mi madre – y ahora le vas a decir a tu queridísima mamá que te vas a dar un paseo con tu queridísimo novio. Y espavila. – finalizó mirándome duramente a los ojos.



- ¡Mamá, ahora vuelvo! ¡James y yo vamos a dar una vuelta un rato, no me esperes para cenar! – grité desde la puerta con lágrimas en los ojos - ¡Te quiero!

- ¡Vale! ¡Pasádlo bien! – chilló desde la cocina – ¡Yo también te quiero cariño!

Le miré, aún con lágrimas en los ojos y cerré la puerta de casa, acto seguido él soltó una risa burlona que me hizo hervir la sangre, rematando la jugada con un:

- Pues al parecer no eres tan valiente ¿eh? – susurró bien cerca de mi cara mientras me cogía del brazo con fuerza haciéndome daño a propósito, apuntándome con la pistola en el estómago provocándome seguramente otro morado.  


Bajamos por el ascensor callados, al llegar a la planta baja, me pregunté dónde demonios se metía Mr.Cebolla cuando lo necesitaba, de un eructo lo hubiera dejado K.O. Salimos del portal mientras me empujaba del brazo con fuerza mientras yo no oponía ninguna resistencia, no es que fuera así de tonta, simplemente estábamos en sitio sagrado y no iba a montar una escena aquí. 

Hacía frío en la calle, mucho frío y yo no llevaba chaqueta. Cuatro calles más adelante llegamos a su coche, un Lamborghini Gallardo LP560-4 de color blanco, el coche de mis sueños. Hijo de puta.

- Mola ¿eh? – gritó con chulería

En ese momento le hubiera pegado un puñetazo y le hubiera robado las llaves si no fuera porque llevaba su pistola pegada a los riñones, dispuesta a disparar al mínimo movimiento en falso.

Abrió la puerta del Lamborghini y me invitó a sentarme, seguidamente me esposó las manos y con otras esposas me esposó a la puerta del coche para que no hiciera ningún movimiento perjudicial mientras conducía.

- ¿Te molesta? Pues recuerda esto nena, lo que no quieras para ti, no se lo hagas a los demás – canturreó mientras cerraba la puerta.

Odiaba que me dijeran "nena". Dio la vuelta al coche y se sentó en el asiento del conductor, metió la llave y la hizo girar y la bestia rujió. A pesar de la situación me dio un subidón de adrenalina. Me encantaba aquél coche

“Nota mental número 1 : Antes de torturarla hasta sonsacarle hasta el alma, estrenar los asientos de atrás” – empecé a escuchar dentro de mí cabeza– “¿Qué hora es? ¡Uf! Las diez, tendremos que pisarle al acelerador sino no llegaremos a tiempo y no podré follármela antes de entregarsela a Seven”

- Como me toques con esa polla leprosa y sifílica que debes tener, te juro que te la arranco de cuajo– susurré sin ni siquiera mirarle a la cara mientras mantenía la mirada fija hacia la carretera.

Se quedó atónito y callado durante un minuto, acto seguido contraatacó.

- ¿Nunca te han dicho que meterte en los pensamientos de los demás está mal? – masculló como un niño inmaduro – Además, no seas así de dura conmigo, la última vez me dejaste a medias y no me digas que no te gustó. A todas les gusta, y siempre me lo agradecen, supongo que las chicas no descubrís ser multiorgásmicas cada día.

- Eres asqueroso, yo no soy todas, imbécil – respondí con acritud mientras seguía mirando la carretera, sin dirigirle la mirada.

Sacó una pistola de la guantera que había en la puerta de su costado izquierdo y me apuntó mientras conducía. Íbamos a tener un accidente al final.

- O bajas esos humos o te disparo en una pierna para que veas que se siente al desangrarse lentamente – amenazó con dureza sin abrir mucho la boca.

- ¿Y estropear la maravillosa tapicería de tu Lamborghini Gallardo LP560-4? – le desafié una vez más sin mirarle si quiera a la cara, perdiendo la vista en el horizonte - Vamos,  cabronazo sin escrúpulos, hazlo. – susurré mientras ésta vez lo miraba fijamente a los ojos.

Y lo hizo. 

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Me ardía la piel, quemaba, jamás había experimentado semejante dolor. La bala me había desgarrado el pantalón haciendo un gran boquete en la tela y ergo en mí piel. Notaba como la sangre bombeaba con fuerza en mi muslo izquierdo, inflamando la zona. Empezó a brotar lentamente sangre de la herida, empapando todo de sangre a medida que pasaban los minutos. Me quedé callada, soportando el dolor, María, mi pediatra, estaría orgullosa de mí, no veas los berridos que pegaba cuando tocaba vacunarme o tenía que curarme alguna herida, lo hacía por vicio, pero eso solo lo sabía yo. 

Brian seguía conduciendo mientras iba mirándome de reojo, se palpaba en el ambiente que la preocupación se lo comía por dentro, llevaba diez minutos desangrándome y yo no había expresado ningún ápice de dolor, no había dicho nada y los segundos seguían pasando de la manera más lenta que jamás te hayas podido imaginar...

- ¿Estás bien? – sucumbió finalmente, después de veinte minutos de silencio - ¿Britget? - insistió ansioso, mostrando cierta preocupación e inquietud.

Ni lo miré, me estaba muriendo, había perdido demasiada sangre...

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Continuará…

V.

viernes, 18 de enero de 2013

Brit - Capítulo 10

Tenía entre mis manos aquella caja morada, la sangre empezaba a hervirme, reventaría en un momento u otro. Y sucedió. Estampé la maldita caja contra el suelo y las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas impactando contra el suelo. Lloré y volví a llorar… 


En medio de toda la llorera saqué la guitarra de su funda y Lucy y yo dejamos de estar en aquella habitación, todo a mi alrededor desapareció, dejándonos llevar por el ritmo lento del oleaje en un llanto embriagador…

Dm7, Bb9, F y C...

Dm7                Bb9                      F                                                              C9
Come up to meet you, tell you I'm sorry, you don't know how lovely you are 


Suspiré. Y seguí cantando...

Bb9
Nobody said it was easy…

Cuando me sentía triste, solía tocar la guitarra, me hacía sentir bien, una vez oí que hacer el amor con la persona que quieres es como  tocar la guitarra con los ojos cerrados...

Hacía mucho ya que no tocaba la guitarra con los ojos cerrados…

Lucy fue un regalo de mi madre, recuerdo que era un día cualquiera, de un mes cualquiera, en mi decimosexta primavera. Jamás me olvidaré de los callos que me salieron en los dedos aquél verano, pasé tantas horas en aquel parque, aprendiendo nuevas canciones, dejando que el sol me regara de vitamina D. A pesar de estar más sola que la una, fue un buen verano.

Miré hacía el suelo, chocando la mirada contra la dichosa caja, que seguía en el suelo esplendorosa, intacta. Me odiaba a mí misma. Me sentía tan inmune al amor y tan impotente a la vez…

James me había dado esa caja el día anterior diciéndome, con una gran sonrisa y con las mejillas ruborizadas, que me quería, que era el amor de su vida y que íbamos a tener dos niños, un niño y una niña. Y que los llevaríamos al parque y les enseñaríamos el mundo, que… seríamos unos padres geniales... ¿Y qué hizo la lista de Brit? Estropear el momento. Me puse a llorar. Sí, como lo oyes, así sin más. Llevábamos un año saliendo juntos y por más que lo intentara yo no sentía lo mismo por él que que él por mí, lo notaba en su mirada, en la manera de mirarme, en cómo me cuidaba, como algo frágil, como un tesoro que ya no esperas encontrar.

Miré hacía las cuerdas de la guitarra y un moratón en mi muñeca llamó mi atención. Seguro que me lo había hecho aquél inútil, pensándolo mucho llegué a la conclusión de que aquél capullo se hartaba a follar todo lo que quería y más, con solo tocarme había conseguido ponerme como cual perra en celo, a sus pies. Y parecía tener mucha práctica en ello. Sólo de pensar en la manera en que me besó y cómo me empotró contra la pared, mostrándome su gran erección empecé a humedecerme…

“Esto es enfermizo Brit. Prou.”

Seguía dándole vueltas al porqué no recordaba nada más allá del momento en que le até de pies y manos a la silla, me tenía desconcertada. En principio no podía salir de la capsula de espacio-tiempo hasta que ayudara a la persona en cuestión, así que aquello no tenía mucho sentido. Y yo no le había dado lo que él buscaba. Ni el sexo desenfrenado ni el secreto que le pertenecía a alguien de su interés.

Llamaron al timbre.

- ¡Brit! ¡Es James! ¡Le he dicho que suba! Abre tú la puerta que he de hacer la cena– chilló desde el recibidor.

Deje la guitarra recostada sobre la cama con sumo cuidado, seguro que James venía para hablar sobre lo ocurrido ayer, fuí hacia el recibidor y lo esperé con la puerta abierta. Empecé a prepararme un discurso sobre lo que iba a decirle. Que sentía lo sucedido, bla bla bla bla, que tenía la regla, bla bla bla, que tal vez teníamos que ir más despacio, aunque tal vez eso no colaba después de un año de relación, la gran Brit empezaba a perder credibilidad. Al final mis dichosas amigas tendrían razón y moriría sola.
La puerta del ascensor se abrió. Puse una de mis mejores sonrisas, James nunca se podía resistir a ellas, le encantaban, siempre decía que yo tenía una cara hecha para sonreír. En el fondo, lo quería, pero no estaba enamorada de él. Aunque la verdad es que no recordaba haberme enamorado de nadie nunca, así que tampoco sabía lo que era estar enamorada de alguien. O tal vez sí, por un momento la duda se plantó en mi corazón, mientras mi cerebro seguía negándolo con fuerza. Y fue entonces cuando el corazón se paró para dar un vuelco enorme, me quedé helada y a la vez el corazón me iba a mil pulsaciones por minuto. No era James. 

Brian me sonreía exultante desde la puerta del ascensor mientras me apuntaba con una pistola.

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Continuará…

V.

miércoles, 16 de enero de 2013

Girls are like apples

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“Girls are like apples, the best ones are at the top of the trees. The boys don't want to reach for the good ones because they are afraid of falling and getting hurt. Instead, they just get the rotten apples that are on the ground that aren't as good, but easy. So the apples at the top think there is something wrong with them, when, in reality, they are amazing. They just have to wait for the right boy to come along, the one who's brave enough to climb all the way to the top of the tree"


Pete Wentz

domingo, 13 de enero de 2013

Brit - Capítulo 9


Bésame Brit.

Y todo empezó a desaparecer antes de que mis labios pudieran rozar los suyos, disipándonos como polvo en el viento, perdiéndonos en el olvido, una vez más…

- ¡Misses Brit! ¡Wake up! Could you please pay attention to what I’m trying to explain? It will be only five minutes and all of you could leave.

¿Cómo? ¿Me había dormido? No era posible, nunca llegaba a dormirme en una clase de inglés y menos con Damien como profesor. Bueno, en fin, cinco minutos y para casa, que ya tocaba después de un largo día fuera. Empecé a recoger y a ponerme el abrigo, la bufanda, el gorro y los guantes. Ya, el frío y yo no éramos muy amigos que se dijera, que se le va a hacer si en otra vida yo no llegué a ser un cubito de hielo…

Salí de la academia de inglés más rápido de lo que canta un gallo, antes de que Damien pudiera amonestarme por haberme dormido en clase. No iba a permitir que él también me soltara el discursito, ya lo haría mi madre por él. Había dejado la habitación tan ordenada esta mañana… Pero es que ¡Claro! Todo era culpa de la segunda ley de la termodinámica pero mi madre jamás llegaba a entenderme ni a mí, ni a mis conceptos científicos, era una incomprendida.

Bajaba por el paseo, echando halo por la boca, siempre había creído que eso era lo único bueno del invierno.
Las luces de navidad ya estaban apagadas, pronto las quitarían de las calles, la Navidad había pasado, por suerte. No me gustaba demasiado la Navidad, siempre solía ponerme triste para esas épocas y aunque no entendía muy bien porqué siempre acababa llorando un día u otro, hacía unos años ya que esos días no me llenaban como solían hacerlo, dicen que a veces el corazón tiene motivos que la razón desconoce, y no veas cómo de triste se ponía mi corazón…

Ojalá pudiera teletransportarme en el espacio cuando quisiera...” pensé mientras tiritaba del frío y aceleraba el paso. Sinceramente esto de los poderes era agotador, estaba segura de que tanto Ghandi como John Lenon les hubieran dado mucho más uso que yo, dos calles más y ya estaría en casa. Antes de llegar al portal vislumbre lo que parecían ser dos hombres vestidos con trajes, genial, agentes del bien,­ hoy no, por favor. Mañana, pero hoy no, estaba demasiado cansada. Me hice invisible, a ver si había suerte y me dejaban en paz. Justo antes de llegar ni siquiera a meter la llave en la cerradura, uno de los dos dijo con cierto tono amenazador:

- Brit…

Boh. Y aparecí en traje.

- ¡Anda! ¿Entrevista de trabajo? – dijo burlón con cierto tono falso de sorpresa

- Ja,ja,ja. Tú siempre tan hilarante. ¿Qué quieres Richard? – respondí con mala cara.

- ¿Estás bien Brit? – preguntó preocupado

- Sí - dije más seca que la mojama.

- ¿Seguro? ¿Ha pasado algo esta tarde de lo que quieras hablar? – insistió incrédulo.

- No. ¿”Ha pasado algo esta tarde de lo que yo quiera hablar” que no me haya enterado? – imité como cual loro mostrando cierto hastío.

- Eso dímelo tú – sentenció tajante.

No estaba entendiendo nada, se me escapaba algo, pero no sabía el qué. Piensa Brit, piensa. Y entonces me acordé, ¡No me había dormido! Me había teletransportado y una especie de cupido lunático casi me había intentado matar, pero… ¿Y después? Le expliqué a Richard lo que recordaba, mencionándole que no recordaba nada de lo que había sucedido después de que lo atara de pies y manos a una silla. Richard me apretó un poco más para ver si podía sonsacarme algo más y para asegurarse de que no me estaba guardando información crucial, al fin y al cabo yo ya tenía antecedentes en tales fechorías. Richard tenía muy buen sentido del humor y por suerte mucha paciencia conmigo. Para mí, él era como el padre que nunca había tenido, pero yo era demasiado orgullosa como para decírselo. Siete minutos y cuarenta segundos más tarde, me guiñó el ojo después de desearme unas buenas noches y él y su compañero desaparecieron. Subí corriendo las escaleras no fuera a ser que se lo hubieran pensado mejor y empezaran otra vez a torturarme a preguntas a las cuales no tenía respuesta.

- ¡Hola Mama!

- ¡Julietta-Britget-Smith! ¡Haz el favor de recoger esa pocilga! Bla bla bla ¡Ahora mismo! Bla bla bla ¡¿Pero a ti no te da vergüenza?! Bla bla bla ¡Que ya tienes veinte años para ser tan guarra!

- Te quiero mamá – le dije sonriendo, mientras observaba su rostro enfurecido.

Estaba preciosa cuando se enfadaba, no llegaba a entender como “papá” fue capaz de abandonarla o… mejor dicho abandonarnos. Al procesar lo que le había dicho, se calló y me abrazó. Había tenido un mal día.

- Yo también te quiero cariño… - me dijo al oído mientras seguía apretujándome fuerte. 

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Me dirigí a mi cuarto y empecé a ordenarlo mientras mi madre y yo nos hablábamos de habitación a habitación explicándonos como nos había ido el día. Nada en especial. De entre la ropa que había amontonada en la silla, me encontré una caja morada hecha de cartón del tamaño de un libro. Llevaba mi nombre.



Continuará…

V.

sábado, 12 de enero de 2013

Quiéreme - Daniel Orviz

Quiéreme.

Manifiéstate de súbito.

Choquémonos, como por arte mágico
en el Bukowski,
un Miércoles.
Pidámonos disculpas. Sonriámonos.
Intentemos tirar el muro gélido
diciéndonos las cuatro cosas típicas.
Caigámonos simpáticos.
Preguntémonos cosas.
Invitémonos
a bebidas alcohólicas.
Dejémonos llevar más lejos. Déjame
que despliegue mi táctica.
Escúchame decir cosa estúpidas
y ríete. Sonríeme. Sorpréndete
valorándome como oferta sólida.
Y a partir de ahí
quiéreme.

Sin rúbrica, pero por pacto tácito
acepta ser mi víctima.
Déjame que te lleve hacia la atmósfera,
acompáñame a mi triste habitáculo.
Sentémonos, mirémonos,
relajémonos y pongamos música.
De pronto, abalancémonos
besémonos con hambre, acariciémonos,
Desnudémonos rápido
y volvámonos locos. Devorémonos
como bestias indómitas. Mostrémonos
solícitos en cada prolegómeno.
Derritámonos en abrazos cálidos
Virtámonos en húmedos océanos.
Ábrete a mí, abandónate y enséñame
el sabor de tus líquidos.
Mordámonos, toquémonos, gritémonos
permitámonos que todo sea válido
y sin parar,
follémonos.
Follémonos hasta quedar afónicos
Follémonos hasta quedar escuálidos.

Durmámonos después, así,
abrazándonos.

Y al otro día
quiéreme.

Despidámonos rígidos, y márchate
de regreso a tus límites
satisfecha del paréntesis lúbrico
pero considerándolo algo efímero
sin segundo capítulo.
Deja pasar el tiempo, mas sorpréndete
recordándome en flashes esporádicos
y sintiendo al hacerlo un sicalíptico
látigo por tus gónadas.
Descúbrete a menudo preguntándote
qué será de este crápula.
Y un día, sin siquiera proponértelo
rescata de tus dígitos mi número
llámame por teléfono
y alégrate de oírme. Retransmíteme,
ponme al día de cómo van tus crónicas
y escucha como narro mis anécdotas.
Y al final, algo tímidos, citémonos.
En cualquier cafetín de corte clásico
volvámonos a ver, sintiendo idéntico
vértigo en el estómago.

Y en ese instante
quiéreme.

Apenas pasen un par de centésimas
sintamos al unísono un relámpago
de éxtasis limpio y cándido,
y en un crescendo cinematográfico
dejémonos de artificios y máscaras.
Rindámonos a la atracción magnética
que gritan nuestros átomos
y sintámonos de placer pletóricos
por sentirla recíproca.
Unidos en un abrazo simétrico
perdámonos por esas calles lóbregas
regalándonos en cada parquímetro
con besos mayestáticos
que causen graves choques de automóviles
y estropéen los semáforos.

Y para siempre
quiéreme.

Dejemos que se haga fuerte el vínculo,
unamos nuestro caminar errático,
declarémonos cómplices,
descubramos restaurantes asiáticos,
compartamos películas,
contemplemos bucólicos crepúsculos,
charlemos de poética y política
y celebremos nuestras onomásticas
regalándonos fruslerías simbólicas
en veladas románticas.

Y entre una y otra
quiéreme

Dejemos de quedar con el grupúsculo
de amigos. Que los follen por la próstata.
Pues si ponemos el asunto en diáfano
solo eran una pandilla de imbéciles.
Cerrémonos, y en un afán orgiástico
con afición sigamos explorándonos
buscando como ávidos heroinómanos
el subidón de aquel polvo iniciático.

Y aunque no lo logremos. Da igual.
Quiéreme.

Para evitar que nuestra vida íntima
se corrompa con óxido
busquémonos alternativas lúdicas
apuntémonos a clases de kárate
o de danzas vernáculas
juntémonos en cursos gastronómicos.
Presentémonos
a nuestros mutuos próceres
anteriores del árbol genalógico
y a lo largo del cónclave
sintámonos con ellos algo incómodos
mas felices de haber pasado el trámite.

Y quiéreme después. Sigue queriéndome,

continuando con el proceso lógico
juntemos nuestras vidas en un sólido
matrimonio eclesiástico,
casémonos a la manera clásica,
hagamos un bodorrio pantagruélico,
y cual pájaros de temporada en éxodo
vayámonos de viaje hacia los trópicos
y bailemos el sóngoro cosóngoro
mientras bebemos cócteles exóticos.

Y al regresar, sentemos nuestros cráneos.
Comprémonos un piso. Hipotequémonos
Llenémoslo con electrodomésticos
y aparatos eléctricos,
y paguemos en precio de las dádivas
regalándole nueve horas periódicas
a trabajos insípidos
que permitan llenar el frigorífico.

Y mientras todo ocurre, solo
quiéreme,

del fondo de tu útero
saquemos unos cuantos hijos pálidos,
bauticémoslos con nombres de apóstoles,
llenémoslos de amor y contagiémoslos
con nuestra lóbrega tristeza crónica.
Apuntémoslos a clases de música
de mímica y de álgebra,
y démosles zapatos ortopédicos,
aparatos dentales costosísimos,
fórmulas matemáticas
y complejos edípicos
que llenen el diván de los psicólogos.

Releguemos nuestro ritual erótico
a la noches del sábado
cuando ellos salgan véstidos de góticos
a ponerse pletóricos
ciegos de barbitúricos.
Paguémosles las tasas académicas
a los viajes a Ámsterdam.
Dejemos que presenten a sus cónyuges
y al final, entreguémoslos
para que los devoren las mandíbulas
de este mundo famélico.

Y ya sin ellos
quiéreme

a lo largo de apuros económicos
y de exámenes médicos,
mientras que nos vovemos antiestéticos
más cínicos, sarcásticos,
nos aplaste el sentido del ridículo
y nos comen los cánceres y úlceras.
Quiéreme aunque nos quedemos sin diálogo
Y te pongan histérica mis hábitos.
Enfádate, golpéame, hasta grítame
y como única válvula catártica
desahógate en relaciones adúlteras
con amantes más jóvenes
y regresa entre lágrimas y súplicas
perjurándome que aún sigues amándome.

Y yo contestaré tan solo
quiéreme.
Quiéreme aunque te premie salpicándote
en escándalos cíclicos
y te insulte, y te haga sentir minúscula
y me pase humillándote
y me haya vuelto un sátrapa
que roza cada día el coma etílico
y me haya vuelto politoxicómano
y me conozcan ya en cada prostíbulo.

Continúa queriéndome
mientras pasan espídicas las décadas
y nos envuelve el tiempo maquiavélico
en un líquido amniótico
que borre el odio que arde en nuestros glóbulos
y nos arroje al hospital geriátrico
a compartir habitación minúscula
inválidos, mirándonos
sin más fuerza ni diálogo
que el eco de nuestras vacías cáscaras.

Quiéreme para que pueda decirte
cuando vea la sombra de mi lápida
Y antes de que venga y cierre la mano
de la muerte mis párpados:

“Ojalá,
ojalá como dijo aquel filósofo
el tiempo sea cíclico
y volvamos de nuevo reencarnándonos
en dos vidas idénticas,
y cuando en el umbral redescubierto
de una noche de miércoles pretérita
tras chocarme contigo
girándote, me digas: "Uy, perdóname"
le ruego que permita el dios auténtico
que recuerde en un segundo epifánico
cómo será el futuro de este cántico
cómo irán nuestras flores corrompiéndose
cómo acabaré odiándote
cómo destrozarás cuanto fue insólito
en este ser,
cómo la vida empírica
nos tornará en autómatas patéticos
hasta llevarnos a la justa antípoda
de nuestro sueño idílico."

"Y sabiendo todo esto, anticipándolo
pueda mirarte directo a los ojos
y conociéndolo muy bien. Sabiendo
el devenir de futuras esdrújulas
destrozando en un pisotón mi brújula

te diga
solo
quiéreme."

Brit - Capítulo 8

En momentos como estos Brian y yo volvíamos al pasado, recordándonos, rememorando una época mucho mejor, una época donde la magia existía y todo era posible, un tiempo de amores de verdad, un lapso de tiempo en el que él y yo estábamos hechos el uno para el otro, días en los que yo solía creer en el amor…

Era un día cualquiera a una hora cualquiera de un mes cualquiera, lo único que sabía con certeza era que estábamos en primavera, adoraba la primavera, típico, la gente que no tiene alergias adora la primavera. Me encontraba estirada en la hierba de uno de mis santuarios, como solía hacer un día cualquiera a una hora cualquiera de un mes cualquiera siempre que era primavera, disfrutando de un sol que brillaba con fuerza, regalándome toda la vitamina D de la que había estado falta durante un odioso invierno que siempre se me hacía más largo que un día sin pan. 


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No le pedía mucho a la vida, esos momentos de tranquilidad me devolvían la poca calma que me quedaba, me hacían sentir más viva que nunca. El tacto de la hierba sobre mi piel, su olor embriagadora, el calor del sol, mis músculos totalmente laxos, la suave brisa, alguna que otra hez de perro, las nubes que de vez en cuando tapaban al sol durante unos segundos… unos cuantos segundos… un minuto… joder, pedazo de nube. Abrí un ojo. Genial. Lo cerré.

Apártate inútil, me tapas el sol – dije con el mismo desdén que caracterizaba a una adolescente de 16 años.

Silencio y más silencio, y no, ni rastro de mi vitamina D. Abrí los dos ojos esta vez y lo miré profundamente clavándole mil puñales con la mirada mientras me sonreía con desdén. Enarqué una ceja. Nada, seguía sonriendo. Podía moverme yo haciendo la croqueta, pero ¿Por qué? Que se fuera él. Yo estaba aquí primero. YO MÁS Y MEJOR. Hombre ya.

Quince minutos después, ése cabrón seguía ahí parado, tapándome mis preciados rayos de sol primaverales.

- ¿Eres así de estúpida con todo el mundo? – preguntó incrédulo mientras se reía de la situación.

Inútil.

Ágilmente y sin escrúpulos, agarré una de las heces que había a mi abasto y se la tiré a la cara. Y empecé a correr como una condenada, intentándome alejarme lo más posible que pudiera. Usain Bolt a mi lado era un mero patoso.

- ¡Serás cerda! – Oí que mascullaba a lo lejos al darse cuenta de qué era lo que le había tirado.

Seguí corriendo como si no hubiera mañana, y me lancé estrepitosamente a una de las casitas para los niños del parque de al lado como cual conejo entra a su madriguera cuando está siendo perseguido por cualquier zorro hambriento. Guau. A veces me sorprendía a mí misma. Me miré la mano, la tenía llena de mierda y olía fatal. Empecé a reírme a carcajadas, no podía parar, estaba llorando de la risa. Me pasé una hora en babia riéndome cada vez que me miraba la mano, al olor ya me había acostumbrado hacía cosa de 50 minutos.

Cuando creí que el impertinente aquél ya se habría ido a su casa a lavarse, salí de mi escondite riéndome aún y con los ojos llorosos. No di más de dos pasos que algo me agarró por la cintura fuertemente y me levantó del suelo como si fuera una pluma.

- ¿Así que te gusta tirar mierdas a la cara de la gente? – Me susurró una voz masculina.

Mierda.

Empecé a patalear y a dar puñetazos al aire. Cómo si de una mochila ligera se tratara, me cogió de manos y pies. Y empezó a caminar. En el fondo la imagen era muy cómica. ¿Sabéis cómo cuelgan los monos de una rama? Pues más o menos. Había vuelto a mis orígenes. Lo miré, seguía sonriendo. La verdad es que no tenía miedo, no me iba a hacer daño, solo iba a vengarse y para ser sincera esperaba que su venganza estuviera a la altura, ese chico empezaba a gustarme y mucho.

Diez minutos más tarde acabamos en una especie de casa antigua grande, parecía una…

Oh, no.

En efecto, estábamos ante las puertas de una granja y no, ése día no era mi día de suerte, no estaba abandonada desde hacía muchos años.

Entró dentro de la granja y me llevo a dónde yo ya sabía que me llevaría. Al palacio real de la Reina de Inglaterra. Mentira. Se puso delante de una de las vallas, apoyó mi cuerpo en uno de los barrotes y me dejó caer dentro de la cochinera, impactando contra el suelo, llenándome de mierda hasta los ojos, literalmente. Decs.

- ¡Aquí te quedas! – Canturreó mientras se daba media vuelta y se iba.

Me incorporé y presa de la emoción del momento – en momentos como estos me planteaba seriamente la opción de que tal vez en otra vida llegara a haber sido un cerdito Navidul, Nabritdul. Ja,ja,ja. – hundí mi mano en aquél mar de heces y le lancé con todas mis fuerzas una bola de mierda del tamaño de una pelota de básquet. Y acerté. Dándole en toda la nuca, haciendo que aquél extraño diera un trompicón hacía adelante a causa del impacto.

Se giró incrédulo.

- ¡Ven a por mí cobarde! ¡Que te voy a dar la vitamina A, B y C tuya y de tu madre, capullo!  - chillé bien fuerte, mientras le hacía un corte de mangas.

Empezó a correr hacía la cochinera y saltó la valla como cual agente 007, con tan mala suerte que no saltó lo suficiente como para que su pierna derecha pasara, haciendo que se cayera de boca. Sí, de boca. Rico, rico. Solté una carcajada monumental, incluso me fallaron las piernas de la risa que me entró. Y me quedé en el suelo riéndome sin parar. Noté como algo calentito se estampaba contra la parte superior de mi cabeza, no tardé mucho en entender lo que era. Aquél chico estaba delante de mí, mirándome incrédulo, con su mano apoyada en mi cabeza separada por lo que debían ser unos 5 centímetros de heces porcinas mientras yo seguía riéndome. Quitó la mano que tenía postrada en mi cabeza y me la ofreció para levantarme.

- ¡Qué va! Ni de coña te toco la mano– dije entre risas – ¡Estás lleno de mierda!

- ¡¿Pero tú te has visto loca del demonio?! – me gritó.

Y entonces me abalancé sobre él haciendo que perdiera el equilibrio provocando que cayera al suelo. Me miró enarcando una ceja.

- Hola, me llamo Brit. – Le sonreí mientras estaba encima de él.

- Ya te odio y ni siquiera te conozco. - dijo con una sonrisa cansada – Brian.


Continuará...

V.