sábado, 16 de febrero de 2013

Siempre este esperando - Carlos Sadness


Tú y yo éramos estrellas ardiendo en la noche y  ni siquiera los astrónomos supieron darnos nombre. Una pareja nos mira desde un coche, tan apasionados, como tú y yo entonces.

Cuanto camino llevabas andado pensando lo mismo que yo, 
ni siquiera los días podías contarlos habías perdido de vista el reloj 
la puntualidad de los sentimentales que estiran el tiempo como si un adiós
fuera a durar toda la vida
y una despedida que no terminó...

Que yo te esperé y tú desesperaste entre tardes fugaces.

Y eso que a veces cuando atardece pienso en la vida que voy a perderme 
luces, incandescentes, 
sueño, que vienes a verme... 

El día que hizo más viento que nunca - Carlos Sadness

Qué más da lo que dijeras mientras estuvieras. 
Prefería verte vibrar a preguntar porqué vibrabas
 el tiempo que se tarda en dar una explicación podría ser el que se emplea en un último baile, 
sobretodo si es el día que te tenía más... 
cerca...


Ese suspiro se va por la puerta buscando quizás una ventana abierta, 
el aire de aquello que nunca te dije, 
palabras que el viento a su antojo dirige...

domingo, 10 de febrero de 2013

Brit - Capítulo 15

Sólo con escuchar su voz se me heló la sangre. Miré hacia los lados y luego hacia atrás en busca de una escapatoria, pero cuál fue mi sorpresa al darme cuenta que estaba rodeada por una hilera de agentes del mal.
¿Recordáis el “turning point”? Os explicaré, actualmente, el mundo que conocemos se ha convertido en un gran ying-yang, formado por el bien y el mal, confrontados en una eterna guerra entre la muerte y la vida.

Todo empezó, un domingo, yo solía obligarme a recorrer 7 kilómetros corriendo hasta un gran lago que había por la zona para así mantenerme en forma, y ya de paso disfrutar del agua cristalina.

Era un camino de piedras por medio del bosque, me encantaba correr riesgos y yo sabía perfectamente que un paso en falso y caería dándome de bruces contra el suelo, rasgándome toda la piel, aun así era una yonqui de la adrenalina, me hacía sentir viva.

Sólo recuerdo que llevaba los auriculares de mi iPod puestos y que algo me golpeó por la espalda a mucha velocidad, acto seguido salí volando por los aires hasta aterrizar en el rocoso suelo. Nunca llegué a saber por qué aquel todo-terreno me atropelló ni porqué nadie me socorrió, porqué nadie vino en mi ayuda. Grité y grité, me encontraba boca abajo y no podía levantarme del suelo, grité pidiendo auxilio hasta quedarme afónica y después, lloré, perdiéndome entre lágrimas a mí misma en aquel suelo polvoriento…

Y entonces apareció Richard - por aquél entonces yo no sabía quién era él - tal vez fue por la conmoción pero apostaría dos de los grandes a que bajó del cielo con unas enormes alas blancas que brillaban con la luz del sol, sí, con el tiempo supe que Richard era mi Ángel de la guarda, no hizo falta que lo mencionara, solo con mirarlo a los ojos lo supe. Me acuerdo que me sonrió y se estiró a mi lado boca abajo, mirándome directamente a los ojos transmitiéndome una paz que ni los monjes budistas del Tibet y entonces me susurró.

- Brit te mueres.

No imaginé que fuera a soltar aquello, pensaba que me diría su nombre y que me llevaría al hospital, así que sorprendida y con tristeza empezaron a brotar lágrimas silenciosas de mis ojos, siempre había pensado que moriría de mayor en cualquier isla caribeña por culpa de un Tsunami, y no así. Me quedé inmersa en mis pensamientos, rememorando mi vida como si fuera una película y entonces Richard prosiguió, aunque no le hice mucho caso.

- Te mueres, sí, pero solo si tú quieres que así sea.

Y empecé a hacerle caso y dejé de rememorar mi vida. No podía hablar, él lo sabía, pero sólo con un cerrar de ojos él supo que yo quería seguir adelante así que me propuso un trato.

- Yo puedo darte una segunda oportunidad para que puedas seguir con vida. Pero hay un precio bastante alto a pagar. – hizo una pausa incómoda y carraspeó para proseguir con la oferta– Estarás al servicio de la humanidad durante diez años y la ayudarás siempre que haga falta. Para hacerlo se te otorgaran unos poderes que tendrás que aprender a manejar por tu cuenta y que irás descubriendo más adelante, ahora, como verás, no tengo tiempo a explicártelo todo. Durante esos años lucharás contra el mal y serás nuestra Secrets-keeper, de esto también hablaremos más adelante. – me estremecí, la traducción de secrets-keeper era guardiana de los secretos y sinceramente nunca me habían gustado los secretos- .

Nos quedamos callados durante dos minutos, dos minutos en los que pensé en lo que me había dicho. La cabeza me daba mil vueltas, era un huracán de pensamientos, ¿Estaría delirando? ¿Estaba siendo todo esto un sueño? La conmoción no me dejaba pensar con claridad, demasiada presión. Estaba a punto de aceptar el trato cuando finalmente Richard rompió el silencio.

- ¿Aceptar o morir? Tú decides.

Y yo asentí con la cabeza. Y entre susurros intente vislumbrar un "acepto", aquél fue el momento que lo cambió todo, the moment that changes everything.


- Chicos, cójanla, llévenla a la D-101. Código 43. - Ordenó Seven.


Continuará...

V.

jueves, 7 de febrero de 2013

Brit - Capítulo 14

…Pip…Pip…


Eh. Oh. Uuuuh… ¿Qué era esa peste? Olía a mejillón muerto, a huevo podrido, a depuradora, a sudor rancio…

Abrí los ojos, Brian se había quedado dormido encima de mi brazo. Era él el núcleo del olor. En su defensa podía alegar que estaba precioso cuando dormía, de verdad, yo por ejemplo era la persona menos sexy mientras dormía, mi madre solía imitarme con maldad, abriendo la boca de par en par espatarrándose de piernas y con los brazos bien estirados. Alguna vez me comentó que hacía mucho tiempo que ya había descartado la idea de hacerme una fotografía de esas en las que sales tan en paz contigo mismo mientras duermes, ya que durmiendo yo era la antibelleza en persona.

Estaba en una sala blanca, llena de máquinas conectadas a mi cuerpo, no había ventanas, sólo un sofá de color ocre bastante polvoriento en el que reposaba una mochila roja, supongo que de Brian; al lado había una puerta de madera pintada de blanco también, evidentemente  aquello no era un hospital.

- ¡Joder que mal hueles! – grité para darle un susto. Se sobresaltó y se puso de pie rápidamente y me miró riéndose al ver que yo me estaba aguantando la risa sin ningún tipo de esfuerzo.

- Tú no cambiarás nunca, ¿eh? Eres encantadoramente odiosa Julietta Britget Smith.


- A mí no me vengas con peloteos, que por tu culpa seguramente me quedaré coja para siempre y me pondré GOGOrda porque no podré hacer ejercicio y no encontraré el amor de mi vida porque seré la chica más bruja del universo y seré más pesada de lo que ya soy y nadie me soportará y moriré sola rodeada de…

Brian posó su dedo índice sobre mis labios. Y me callé. Y mi yo romántico se deshizo. Y por un momento me apeteció besarle, pero entonces me volví a acordar de que moriría sola y le aparté el brazo de un manotazo.

- Estate quieto Cupido... o te la corto.

Y él sonrió.

“Debe estar pensando que he utilizado los poderes con ella, vas mal encaminada Brit. Le gusto.” – oí en mi cabeza.

- No me gustas, hueles mal. Perdón...

- Perdo... - empezó a decir él.

- ...hueles muy mal - proseguí - además disparas a la gente en la pierna haciendo que casi mueran, torturándolos cantando canciones infumables y leyendo poemas del peor poeta de la historia…

- ¡Oh! ¡¿Qué es eso de ahí?! – exclamó mientras se agachaba a recoger algo. Lo hizo con tanta sorpresa que me entró una gran curiosidad por saber lo que era “eso de ahí” así que me incliné hacia el costado de la cama para ver qué era. – ¡Mira! ¡Esto debe ser tuyo! ¡Seguro que se te ha caído y no te has dado ni cuenta!– dijo con gran entusiasmo, miré toda curiosa hacia la palma de su mano, ahora abierta. Era un tornillo. Cabrón. Lo miré mal. Y él me dedicó una sonrisa torcida bastante burlona. Y por una vez, yo le devolví la sonrisa. – Deja de leerme la mente Brit.

- Jamás. - sentencié mientras seguía sonriendo como una heroína que debía cumplir con su deber.

De golpe se abrió la puerta, era el hombre de antes. Nos miró perplejo, más a Brian que a mí, reflejando cierta alarma en su cara, se le notaba nervioso cómo si algo no estuviera yendo del todo bien.

- ¡Querida Britget!– dijo desde la puerta, teniendo muy presente que desde ahí al menos no llegaría a escupirle – ¡Veo que se encuentra muy bien! Me alegro muchísimo. Brian, ¿serías tan amable de acompañarme fuera? – Brian vaciló por un momento hasta que el hombre insistió – Ya.

Estaba sola en aquella habitación y me di cuenta que no tardarían mucho más en empezar a torturarme, Seven quería lo que era suyo y empezaba a impacientarse, se notaba en el ambiente.

Era mi oportunidad de escapar, la pierna ya no me dolía, supongo que habían usado alguno de esos mejunjes fabricados en factorías no controladas por el estado. Eran una especie de crema que curaba al instante, eliminaba el dolor y cualquier rastro de cicatriz. Si no fuera por ese mejunje estaría o muerta o coja. 

Me levanté y me di cuenta de que llevaba puesta una de aquellas batas de hospital que se atan por detrás y en las que efectivamente, se te ve el culo. Genial, haría una salida estelar. 
Me quité las vías del brazo de un tirón y sin mirar, me daban grima. 

Vislumbré la mochila de Brian y la abrí para ver que había dentro, un cuaderno de dibujo. Parecía ser que a Brian no se le daba bien sólo la música. Quitando el cuaderno y el estuche con colores nada me era útil en aquella mochila, así que conté hasta tres y abrí la puerta con violencia para asegurarme así de que Brian y el hombre con sobrepeso cayeran al suelo aturdidos dándome unos minutos de ventaja. 

Y así fue. 

Comencé a correr agilmente por los pasillos dejándome llevar por el instinto pero tres pasillos más tarde me di cuenta de que aquello era un maldito laberinto. Estaba jodida. Una alarma empezó a sonar, retumbando en mi cabeza aunque eso no me impidió seguir corriendo, me sentía mejor que nunca, digo me sentía porque al girar una de las esquinas me encontré con Seven que estaba sentado en una silla al fondo de aquél oscuro pasillo que solo estaba iluminado por un ventanal.

- Previsible Brit, sumamente previsible. ¿No te aburre ser tan ordinaria? 


Continuará…

V.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Brit - Capítulo 12+1




Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip. 

…Pip-Pip… 

…Pip-Pip-Pip… 

- Eres un imbécil, casi la matas. Te dije que la trajeses con vida, no moribunda.


Oscuridad. Silencio. 

…Pip-Pip-Pip-Pip… 

Oscuridad. Música. Una guitarra. Española. 


...Pip-Pip-Pip-Pip-Pip… 

Brizna de luz. Llanto ahogado. 

…Pip-Pip-Pip-Pip-Pip-Pip… 

- Gilipollas.

Brian levantó la mirada del suelo y me miró directamente a los ojos, estaba más blanco que la nieve cuando está recién caída del cielo. Las bolsas de sus ojos estaban hinchadas y habían adquirido un ligero tono oscuro, llevaba unas cuantas noches sin dormir y al parecer llorando. No veía más allá de su persona. Nos mirábamos, era como si en otra vida hubiéramos vivido mucho juntos, aunque aquello del 0 al 100, era 100% imposible, la morfina me hacía delirar.

Iba a pronunciar el segundo insulto, pensando que aún me quedaba otra pierna a la que Brian podía disparar, cuando en uno de los pestañeos mis ojos no tuvieron fuerza suficiente como para volverse a abrir y me perdí en un estado de embriaguez máximo, liberando un suspiro.

- ¿Se ha despertado ya? – resonó en mi cabeza.

- Durante treinta segundos – respondió nervioso, el cazador de osos perezosos más positivo de la historia. Alias Brian.

- ¿Ha dicho algo? – retumbó con más aspereza ésta vez.

- Sí. – Dijo en un susurro inaudible.

- ¡¿El qué?! – pronunció subiendo de tonto la voz áspera, rezumbando con más intensidad en mi cabeza una vez más.

Silencio.

- Que es gilipollas – mascullé haciendo un esfuerzo tan grande que oí como la máquina que controlaba mis pulsaciones aumentaba la frecuencia de pitidos, delatándome, reflejando que las pulsaciones de mi corazón se aceleraban en cuestión de segundos.

Intenté una vez más, con todas mis fuerzas dejar de mirar a Brian. Para ver más allá. Delante de él había un hombre moreno y bajito con gran sobrepeso - si se le puede decir así – que al procesar la información giró su cuerpo hacía a mí con gran sobresalto para presenciar el milagro. Sus mofletes estaban rosados de la emoción, y en su rostro se dibujó una sonrisa que iba de oreja a oreja. Muy exagerada para mi gusto. Y entonces me acordé de quién era él.

- ¡Queridísima Brit! – se lanzó hacía a mi cogiéndome de las manos en una especie de ovación. - ¿Cómo se encuentra? ¿Mareada? ¿Le duele mucho su pierna?

Silencio. Eterno silencio, sabía que le incomodaba el silencio. Fue entonces, cuando éste empezó a recular después de mi voto de silencio improvisado y no pre-meditado. Y aproveché ese preciso instante para escupirle  en la cara.

- Pelota. 

Y el cuerpo me volvió a fallar del arduo trabajo que me suponía pronunciar más de 3 palabras seguidas. Quedándome sin energía una vez más. Oí gritos enfurecidos y luego silencio y más tarde...

“ Cuando volvemos las fugaces horas 
del pasado a evocar, 
temblando brilla en sus pestañas negras 
una lágrima pronta a resbalar. 

Y, al fin, resbala y cae como gota 
de rocío al pensar 
que cual hoy por ayer, por hoy mañana, 
volveremos los dos a suspirar.” 

Bécquer. Rima 54.

“Alguna vez la encuentro por el mundo, 
y pasa junto a mí; 
y pasa sonriéndose, y yo digo: 
—¿Cómo puede reír? 

Luego asoma a mi labio otra sonrisa, 
máscara del dolor, 
y entonces pienso: —Acaso ella se ríe, 
como me río yo.” 

Bécquer. Rima 59. Y sonreí.

De vez en cuando Brian tocaba la guitarra y cantaba, tenía una voz preciosa para qué mentirte. Otras veces me leía poemas del Romanticismo, una de mis épocas preferidas de la Literatura Española.

 Mi deber era odiarle, y creédme, lo intentaba con mucho ahínco, pero a veces me resultaba sumamente difícil así que me obligaba a recordar que me había disparado en la pierna y se me pasaba la tontería. Otras veces lo oía llorar mientras se sorbía los mocos y me entraban ganas de levantarme de la cama y abrazarle, algo complicado, dado que no era ni capaz de abrir los ojos más de dos minutos seguidos, supongo que había perdido demasiada sangre.

De golpe, un pensamiento me golpeó con fuerza y angustia haciéndome añicos el corazón.

- ¡¿Y mi madre?! – Pregunté gritando a Brian, incorporándome tan rápido de la cama que mi cuerpo perdió el norte y el equilibrio. Me entraron unas náuseas horrendas y vomité hacia el costado de la cama. Brian corrió hacia mí para recogerme el pelo y sostenerme.

- Brit, estírate. – Dijo mientras me limpiaba la cara - Ahora. – Insistió. Y por una vez en la vida le hice caso a un hombre a la segunda, una de esas pequeñas promesas que una se hace, nada importante. – Tu madre está bien – prosiguió – y tranquila que no te echa de menos, se cree que estas con tu queridito James durante esta semana. – Lo dijo con un rintintín que me pareció ciertamente extraño, como si estuviera celoso. Sinceramente, me importaba un pito.

Y los ojos se me cerraron una vez más. 


Esto no se para, esto no se para, esto no se para, continuará...


V.