domingo, 17 de enero de 2010

Lluvia, I

Como cada mañana, caminaba por la calle sin rumbo, sin pausa, sin aliento… El frío rozaba sus mejillas, purificaba su alma y endurecía su piel, esa brisa helada era lo único que la hacia sentirse viva dentro de todo aquel muerto mundo. Eran las 6 de la mañana, no había nadie en las calles de Barcelona, excepto unos cuantos sin techo que dormían entre cartones y botellas de whisky vacías, amigas del olvido y la pérdida. Ella era como ellos, rota por dentro, sin vida, sin salida alguna hacía la libertad. 




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