Los
angloparlantes le llaman el turning point, el momento crucial, el momento que
lo cambia todo.
Y ahí
estaba yo en mi clase de inglés de cada miércoles, esforzándome al máximo, concentrada
en poner nervioso a mi tímido profesor sonriendo descaradamente cada vez que
éste decía algo que podía tener una doble interpretación, sobretodo si ésta podía ir ligada a contenido sexual, porque los ingleses son así, vergonzosos y es
divertido aprovecharse de ello.
De repente lo dijo, “What’s
turning point?" Y se hizo
el silencio. Acto seguido
mientras me miraba “straight to my eyes” que le dicen ellos, sentenció: “The moment that changes
everything”. Sin poderlo evitar, dejé de estar en aquella cálida habitación.
“¿Dónde
coño estoy?”- pensé, mientras mi madre irrumpía dentro de mi cabeza
gruñendo: “¡Habla bien que no cuesta una mierda!”, ella, siempre tan oportunista.
Parecía que la oscuridad había hecho una especie de pacto con aquél lugar, menos mal que al frío no se le ocurrió la misma idea.
Mientras me apresuraba en imaginar dónde me había llevado ésta vez mi compleja mente, escuché cómo unas llaves intentaban torpemente encajar dentro de una cerradura. Genial, estaba jodida. ¿Y si era alguien malo?
Parecía que la oscuridad había hecho una especie de pacto con aquél lugar, menos mal que al frío no se le ocurrió la misma idea.
Mientras me apresuraba en imaginar dónde me había llevado ésta vez mi compleja mente, escuché cómo unas llaves intentaban torpemente encajar dentro de una cerradura. Genial, estaba jodida. ¿Y si era alguien malo?
“Mierda, piensa Brit piensa.” – me decía para mis
adentros. La puerta se abrió. Me estaba empezando a cabrear conmigo misma, “Malditos
saltos en el espacio-tiempo” – suspiré sabiendo de sobra lo que probablemente se me venía encima.
Continuará...
V.
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