Normalmente, me hacía una idea rápida de lo que tenía que hacer al ser transportada a algún lugar aleatorio del espacio tiempo, o si más no, siempre me acababa dando de bruces con cuál era la solución. Pero el supuesto Brian me tenía desconcertada, fuera de lugar, en éste aspecto, la situación no se semejaba a ninguna vivida anteriormente. Empezaba a sentirme insegura a pesar de que él jugaba en clara desventaja. O al menos, eso era lo que yo creía.
Una especie de tensión se palpaba en el ambiente. Algo no iba bien, lo presentía.
Él vino hacia mi y se quedó a cinco centímetros de mi cara. En otro contexto hubiera dado un paso hacía atrás para salvaguardar mi espacio vital pues siempre me había sentido muy incómoda cuando las personas se me acercaban demasiado, pero en este caso no lo hice. Nos mirábamos directamente a los ojos, sin mover ni un músculo, a la expectativa de algo que personalmente, no tenía ni idea de qué era.
De repente, nos abalanzamos el uno contra el otro como bestias indómitas que defienden su territorio. Él tenía muchísima más fuerza que yo, así que acabé contra la pared haciendo un gran estruendo mientras sus brazos aprisionaban a los míos en alto. Su cadera presionaba la mía con suficiente presión como para no poderme mover.
Me seguía mirando, empecé a hacer fuerza para intentar liberarme cuando éste postró sus labios sobre los míos. Perplejidad. Acción-Reacción. La femi-nazi de mi interior reaccionó y empezó a gritar burradas contra esa acción que violaba una larga lista de derechos femeninos.
El corazón me iba a cien, me sentía demasiado abrumada cómo para pensar con claridad. No podía hablar, por más que lo intentara ninguna palabra salía de mi boca. Hice un intento por liberarme de sus brazos, pero Brian contraatacó apretándome más fuerte contra la pared, ahora con un solo brazo. Seguía mirándome a los ojos y soltó una risita tímida, acto seguido puso un dedo en mis labios y me hizo callar con un suave “Shh…”. Empezó a acariciarme las mejillas bajando suavemente por el cuello hasta llegar al escolte de la blusa donde empezó a dibujar corazones. Lentamente introdujo su mano por debajo de mi camiseta, siguiendo un camino que se dirigía hacia el ombligo, pero lo pasó de largo subiendo pacientemente hasta llegar al sostén, donde apretó con fuerza. Gemí. Estaba perdiendo el control de la situación.
Él vino hacia mi y se quedó a cinco centímetros de mi cara. En otro contexto hubiera dado un paso hacía atrás para salvaguardar mi espacio vital pues siempre me había sentido muy incómoda cuando las personas se me acercaban demasiado, pero en este caso no lo hice. Nos mirábamos directamente a los ojos, sin mover ni un músculo, a la expectativa de algo que personalmente, no tenía ni idea de qué era.
De repente, nos abalanzamos el uno contra el otro como bestias indómitas que defienden su territorio. Él tenía muchísima más fuerza que yo, así que acabé contra la pared haciendo un gran estruendo mientras sus brazos aprisionaban a los míos en alto. Su cadera presionaba la mía con suficiente presión como para no poderme mover.
Me seguía mirando, empecé a hacer fuerza para intentar liberarme cuando éste postró sus labios sobre los míos. Perplejidad. Acción-Reacción. La femi-nazi de mi interior reaccionó y empezó a gritar burradas contra esa acción que violaba una larga lista de derechos femeninos.
El corazón me iba a cien, me sentía demasiado abrumada cómo para pensar con claridad. No podía hablar, por más que lo intentara ninguna palabra salía de mi boca. Hice un intento por liberarme de sus brazos, pero Brian contraatacó apretándome más fuerte contra la pared, ahora con un solo brazo. Seguía mirándome a los ojos y soltó una risita tímida, acto seguido puso un dedo en mis labios y me hizo callar con un suave “Shh…”. Empezó a acariciarme las mejillas bajando suavemente por el cuello hasta llegar al escolte de la blusa donde empezó a dibujar corazones. Lentamente introdujo su mano por debajo de mi camiseta, siguiendo un camino que se dirigía hacia el ombligo, pero lo pasó de largo subiendo pacientemente hasta llegar al sostén, donde apretó con fuerza. Gemí. Estaba perdiendo el control de la situación.
Sin saber cómo, un deseo empezó a aflorar dentro de mí hasta hacerse insoportable, jamás había vivido semejante sensación, el miedo desapareció dejando paso a una lujuria que nunca antes había experimentado. Me rendí. Empecé a besarle, él me liberó de su trampa y yo empecé a quitarle rápidamente la camiseta, él me levantó y yo le rodeé la cintura con mis piernas, empezó a moverse mientras seguía besándome dirigiéndose a una de las habitaciones que comunicaba con aquél gran salón. Volvió a empotrarme contra una de las paredes de aquella habitación quitándome los tirantes del sostén con los dientes, jugando con mis pechos, recorriéndolos con su lengua, haciendo que me perdiera en un mar de placer.
Aquello estaba fuera de control, era incapaz de pararlo y en el fondo no quería pararlo. No entendía bien el por qué pero creo que tampoco me importaba dema… O… tal vez… sí…
¡Sí me importaba! ¡Esa no era yo! ¿Qué estaba haciendo? Volví en razón. Con rabia e indignación proyecté con fuerza mi rodilla contra su aparato genital. El susodicho cayó al suelo en seco con los ojos bien abiertos y llorando de dolor. “¡Brit 1, Brian 0!” dije bien alto para que me escuchara. Al menos habían servido de algo aquellas clases tan caras de autodefensa.
Eché mano de un jarrón que había en la mesita de noche y lo impacté contra su cabeza dejándolo inconsciente. Maldito hijo de puta… – lo maldije con rabia. Tenía unos treinta minutos, aproximadamente.
“Espabila Brit. Piensa rápido.” -me dije para mis adentros.
Trasteé por toda la casa en busca de cuerdas y… ¡Sorpresa! ¡Brian tenía un disfraz de Huevo Kinder! Es broma. Lo decía para sacarle un poco de hierro al asunto, que creo que estáis un poco tensos. Lo que no era broma era que Brian tenía unas esposas en la mesita de noche que por cierto me iban de lujo. Finalmente conseguí una cuerda de montaña, pues por lo visto a la sex-machine le iba la escalada, así que lo até a una silla de manos a pies y le puse las esposas bien apretaditas por si a ese cerdo se le ocurría volverme a tocar.
Esperé a que se despertara. Después de una hora de espera, empecé a pensar que tal vez le había dado demasiado fuerte. Por un momento me supo mal, medio segundo después me volvió a dar igual, él se lo había buscado. Ahora que ya estaba más calmada, empecé a pensar en lo que había ocurrido, nada de esto tenía sentido ¿Porqué lo había besado? ¿De dónde provenía todo aquél deseo irresistible? Estaba tan inmersa en mis pensamientos que no me di cuenta de que él ya estaba consciente desde hacía unos minutos. Lo miré.
- Estás muerta. Que lo sepas.
Eché mano de un jarrón que había en la mesita de noche y lo impacté contra su cabeza dejándolo inconsciente. Maldito hijo de puta… – lo maldije con rabia. Tenía unos treinta minutos, aproximadamente.
“Espabila Brit. Piensa rápido.” -me dije para mis adentros.
Trasteé por toda la casa en busca de cuerdas y… ¡Sorpresa! ¡Brian tenía un disfraz de Huevo Kinder! Es broma. Lo decía para sacarle un poco de hierro al asunto, que creo que estáis un poco tensos. Lo que no era broma era que Brian tenía unas esposas en la mesita de noche que por cierto me iban de lujo. Finalmente conseguí una cuerda de montaña, pues por lo visto a la sex-machine le iba la escalada, así que lo até a una silla de manos a pies y le puse las esposas bien apretaditas por si a ese cerdo se le ocurría volverme a tocar.
Esperé a que se despertara. Después de una hora de espera, empecé a pensar que tal vez le había dado demasiado fuerte. Por un momento me supo mal, medio segundo después me volvió a dar igual, él se lo había buscado. Ahora que ya estaba más calmada, empecé a pensar en lo que había ocurrido, nada de esto tenía sentido ¿Porqué lo había besado? ¿De dónde provenía todo aquél deseo irresistible? Estaba tan inmersa en mis pensamientos que no me di cuenta de que él ya estaba consciente desde hacía unos minutos. Lo miré.
- Estás muerta. Que lo sepas.
Continuará…
V.
No hay comentarios:
Publicar un comentario