martes, 28 de mayo de 2013

Pensión Compleja - Risto Mejide

Antes que nada, perdona si huele un poco a cerrado, hacía mucho tiempo que nadie se alojaba aquí, y menos aún con la intención de quedarse.

Ábreme bien de puertas y ventanas. Que corra el aire, que entre tu luz, que pinten algo los colores, que a este azul se le suba el rojo, que hoy nos vamos a poner moraos.

Y hablando de ponerse, vete poniendo cómoda, que estás en tu casa. Yo, por mi parte, lo he dejado todo dispuesto para que no quieras mudarte ya más.

Puedes dejar tus cosas aquí, entre los años que te busqué y los que te pienso seguir encontrando. Los primeros están llenos de errores, los segundos, teñidos de ganas de no equivocarme otra vez.

El espacio es tan acogedor como me permite mi honestidad. Ni muy pequeño como para sentirse incómodo, ni demasiado grande como para meter mentiras. Mis recuerdos, los dejé todos esparcidos por ahí, en cajas de zapatos gastados y cansados de merodear por vidas ajenas. No pises aún, que está fregado con lágrimas recientes, y podrías resbalar. Yo te aviso.

El interruptor general de corriente está conectado a cada una de tus sonrisas. Intenta administrarlas bien y no reírte demasiado a carcajadas, no vayas a fundirlo de sopetón.

No sé si te lo había comentado antes, pero la estufa la pones tú.

Y hablando del tema, he intentado que la temperatura del agua siempre estuviera a tu gusto, pero si de vez en cuando notas un jarro de agua fría, eso es que se me ha ido la mano con el calentador. Sal y vuelve a entrar pasados unos minutos. Discúlpame si es la única solución, es lo que tenemos los de la vieja escuela, que a estas alturas ya no nos fabrican ni los recambios.

Tampoco acaba de funcionarme bien la lavadora. Hay cosas del pasado que necesitarán más de un lavado, es inevitable. Y hay cosas del futuro que, como es normal, se acabarán gastando de tanto lavarlas. La recomendación, ensuciarse a su ritmo y en su grado justo. Eso sí, no te preocupes por lo que pase con las sábanas, que las mías lo aguantan todo.

Para acabar, te he dejado un baño de princesa, una cama de bella durmiente, un sofá de puta de lujo y algo de pollo hecho en la nevera. Para que los disfrutes a tu gusto, eso sí, siempre que sigas reservando el derecho de admisión. Aquí no vienes a rendir cuentas, sino a rendirte tú. Aquí no vienes a competir con nadie, sino a compartirte a mí. Y lo de dar explicaciones, déjalo para el señor Stevenson.

El resto, no sé, supongo que está todo por hacer. Encontrarás que sobra algún tabique emocional, que falta alguna neurona por amueblar, y que echas de menos, sobre todo al principio, alguna reforma en fachada y estructura.

Dime que tienes toda la vida, y voy pidiendo presupuestos.

Dime que intentaremos toda una vida e iré encofrando mis nunca más.

domingo, 26 de mayo de 2013

John Mayer - Slow Dancing in a Burning Room

I was the one you always dreamed of,
You were the one I tried to draw.
How dare you say it's nothing to me?
Baby, you're the only light I ever saw.

Brit - Capítulo 18

Mamá.

De golpe, la sangre empezó a hervirme, una fuerza inhumana salió de dentro de mí. A ella no. Por ahí no. Hijos de puta. Me volví loca y empecé a correr hacía ella mientras me miraba asustada, atada de manos y pies, con una venda en la boca, magullada.

Le habían hecho daño. A ella no, hay personas en esta vida que son intocables. Contra más corría más me acercaba a ella, contra más cerca más clara veía su cara de arañazos con tonos azulados, contra más claro, mejor vi el movimiento de negación que hacía, implorándome que no me acercará. Pero contra más claro lo veía, más rabia corría por mi ya no tan sano cuerpo, hasta que choqué contra algo, algo que no estaba ahí, golpeándome con fuerza, haciendo que saliera disparada por los aires.

Me quedé aturdida en el suelo. ¿Qué había pasado? Intenté levantarme pero no podía, o eso pensé. Eso pensé hasta que en mi mente, sonó su voz. “Saldremos de ésta, Brit”.

Grité furiosa. Y con una fuerza descomunal me erguí como el valeroso y herido caballero no dispuesto a rendirse en la batalla. Volví a correr hacía allí y justo cuando estaba a punto de tocarla, de acogerla entre mis brazos escuché un gran estruendo, fueron milésimas de segundo pero para cuando quise darme cuenta, un gran flujo de corriente eléctrica entró por mi pecho y empezó a correr en varias direcciones, enseñándome lo que es el dolor en partes del cuerpo que no sabía ni que existían. Quemaba. Te paralizaba. Y luego… Me desplomé en el suelo. Barrera eléctrica, que le llamaban.

Y fue entonces, ahí, mientras pensaba que esos iban a ser los últimos minutos de mi patética existencia cuando Brian empezó a gritar:

- Hay momentos en los que uno tiene que luchar, y hay momentos en los que uno debe aceptar que ha perdido su destino, que el barco ha zarpado, que solo un iluso seguiría insistiendo…

Lo miré, lloraba. Y yo con él.

- Lo cierto es que siempre fui una ilusa - dije en un suspiro.

“Sus labios eran cálidos y fuertes, seguros. Nos separamos sin dejar que nuestros cuerpos dejaran de tocarse. Era una fuerza de atracción tan ajena e incomprensible a mi, que daba miedo. Él sonrió.

Algo en el cielo apareció, así que retire la mirada de aquellos ojos infinitos. Es broma, no había nada en el cielo, pero conseguí que él mirara hacia allí y justo cuando lo hizo cogí agua con la boca y al girar la cabeza mientras expresaba cierta curiosidad sobre lo que había visto, con toda mi fuerza se la escupí en la cara.

Me soltó y me escabullí y empecé a nadar hacia la orilla con una técnica de nado impresionante, nótese la ironía. Justo cuando ya tenía medio cuerpo y un pie fuera y estaba cantando victoria miré hacia atrás. Brian había desaparecido. Ni rastro. Se había esfumado.

- Por si no lo sabías... ¡Esconderse es de cobardes!- grité al mundo y a la fauna de aquel río pero no obtuve respuesta alguna.

Me quedé allí, miré mi ropa, estaba empapada así que me quité la camiseta y empecé a escurrirla. Volví a ponérmela. Lo mismo hice con los pantalones y las deportivas.

Empecé a inquietarme ¿Dónde había ido aquél capullo? No era posible que desapareciera como si de magia se tratara.

- ¡Va! ¡Sal ya de dónde sea que estés! – grité una vez más.

Al final, desistí y empecé a caminar dirección a casa. Cuando llegué a la altura del puente el coche de Brian ya no estaba allí. “Maldito seas” pensé para mis adentros, hasta casa tenía una hora y media, iba a morir caminando bajo el sol ardiente.

Para cuando estaba doblando la esquina ya era de noche. Brian me las iba a pagar y bien pagadas, su coche estaba aparcado en la puerta de mi bloque. ¡Argh! Y él, estaba sentado dentro del portal, sonriendo, victorioso.

Metí la llave en la cerradura y pasé por su lado sin ni siquiera mirarlo. Pique al ascensor

- Estabas muy graciosa escurriendo la ropa – dijo, burlándose de mi entre risas.

Concentré todos mis esfuerzos en callarme y no empezar a verborrear insultos hacía Brian, de lo contrario él ganaría. Me subí al ascensor y él subió detrás de mi mientras me miraba sonriendo.

- Eres preciosa, sobre todo cuando te enfadas y me ignoras haciendo ver que no te importo una mierda.

Sin querer mis ojos se cruzaron con los suyos y me estremecí. Se dió cuenta y pronunció

-  Ilusa... -  sonriendo antes de que la puerta del ascensor se cerrara, dejándome anonadada en aquél cuadrado, sin entender muy bien de qué iba la cosa. ”

Entre aplausos la voz de Seven retumbó en aquel antro:

- En serio chicos, me dais asco. De verdad, me repugnáis. El amor, l’amour… ¡Tonterías! Si el amor existiera vosotros dos no estaríais peleando el uno contra el otro como si la vida os fuera en ello. Os creíais que eráis dueños de vuestras vidas, que nadie os controlaba y os olvidabais de un pequeño detalle. Aquel insignificante detalle que lo cambia todo. Y que convierte un todo en casi nada, un mundo entero en burdas mentidas, unas creencias aparentemente solidas en nada más que pensamientos absurdos. ¿No es gracioso todo en sí?”- hizo una pausa meditando qué iba a decir acto seguido y prosiguió - Pero vayamos a lo importante.

Era una sensación extraña la que sentía por dentro, algo iba mal, algo que sinceramente se escapaba de mi consciente, era una especie de corazonada. Noté la mirada de Seven sobre mi persona.

- ¿Y bien Brit? ¿Vas a empezar a cantar ya o qué? ¿No crees que tu madre ya ha sufrido suficiente por tu culpa? – dijo el diablo en persona.

Seven caminó hacia mi madre lentamente mientras yo seguía estirada en el suelo incapaz de mover un solo dedo, llevaba un cuchillo. Me hervía la sangre, tenía las orejas ardiendo y gran parte del cuerpo en carne viva.

La situación empezó a superarme en el instante en que Seven cogió el cuchillo.

- Habla Brit. – ordenó.

Cerré los ojos, no quería mirar, si lo hacía lo más probable es que acabara vomitando. Y mamá empezó a gritar.

Continuará…
V.