miércoles, 6 de febrero de 2013

Brit - Capítulo 12+1




Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip. 

…Pip-Pip… 

…Pip-Pip-Pip… 

- Eres un imbécil, casi la matas. Te dije que la trajeses con vida, no moribunda.


Oscuridad. Silencio. 

…Pip-Pip-Pip-Pip… 

Oscuridad. Música. Una guitarra. Española. 


...Pip-Pip-Pip-Pip-Pip… 

Brizna de luz. Llanto ahogado. 

…Pip-Pip-Pip-Pip-Pip-Pip… 

- Gilipollas.

Brian levantó la mirada del suelo y me miró directamente a los ojos, estaba más blanco que la nieve cuando está recién caída del cielo. Las bolsas de sus ojos estaban hinchadas y habían adquirido un ligero tono oscuro, llevaba unas cuantas noches sin dormir y al parecer llorando. No veía más allá de su persona. Nos mirábamos, era como si en otra vida hubiéramos vivido mucho juntos, aunque aquello del 0 al 100, era 100% imposible, la morfina me hacía delirar.

Iba a pronunciar el segundo insulto, pensando que aún me quedaba otra pierna a la que Brian podía disparar, cuando en uno de los pestañeos mis ojos no tuvieron fuerza suficiente como para volverse a abrir y me perdí en un estado de embriaguez máximo, liberando un suspiro.

- ¿Se ha despertado ya? – resonó en mi cabeza.

- Durante treinta segundos – respondió nervioso, el cazador de osos perezosos más positivo de la historia. Alias Brian.

- ¿Ha dicho algo? – retumbó con más aspereza ésta vez.

- Sí. – Dijo en un susurro inaudible.

- ¡¿El qué?! – pronunció subiendo de tonto la voz áspera, rezumbando con más intensidad en mi cabeza una vez más.

Silencio.

- Que es gilipollas – mascullé haciendo un esfuerzo tan grande que oí como la máquina que controlaba mis pulsaciones aumentaba la frecuencia de pitidos, delatándome, reflejando que las pulsaciones de mi corazón se aceleraban en cuestión de segundos.

Intenté una vez más, con todas mis fuerzas dejar de mirar a Brian. Para ver más allá. Delante de él había un hombre moreno y bajito con gran sobrepeso - si se le puede decir así – que al procesar la información giró su cuerpo hacía a mí con gran sobresalto para presenciar el milagro. Sus mofletes estaban rosados de la emoción, y en su rostro se dibujó una sonrisa que iba de oreja a oreja. Muy exagerada para mi gusto. Y entonces me acordé de quién era él.

- ¡Queridísima Brit! – se lanzó hacía a mi cogiéndome de las manos en una especie de ovación. - ¿Cómo se encuentra? ¿Mareada? ¿Le duele mucho su pierna?

Silencio. Eterno silencio, sabía que le incomodaba el silencio. Fue entonces, cuando éste empezó a recular después de mi voto de silencio improvisado y no pre-meditado. Y aproveché ese preciso instante para escupirle  en la cara.

- Pelota. 

Y el cuerpo me volvió a fallar del arduo trabajo que me suponía pronunciar más de 3 palabras seguidas. Quedándome sin energía una vez más. Oí gritos enfurecidos y luego silencio y más tarde...

“ Cuando volvemos las fugaces horas 
del pasado a evocar, 
temblando brilla en sus pestañas negras 
una lágrima pronta a resbalar. 

Y, al fin, resbala y cae como gota 
de rocío al pensar 
que cual hoy por ayer, por hoy mañana, 
volveremos los dos a suspirar.” 

Bécquer. Rima 54.

“Alguna vez la encuentro por el mundo, 
y pasa junto a mí; 
y pasa sonriéndose, y yo digo: 
—¿Cómo puede reír? 

Luego asoma a mi labio otra sonrisa, 
máscara del dolor, 
y entonces pienso: —Acaso ella se ríe, 
como me río yo.” 

Bécquer. Rima 59. Y sonreí.

De vez en cuando Brian tocaba la guitarra y cantaba, tenía una voz preciosa para qué mentirte. Otras veces me leía poemas del Romanticismo, una de mis épocas preferidas de la Literatura Española.

 Mi deber era odiarle, y creédme, lo intentaba con mucho ahínco, pero a veces me resultaba sumamente difícil así que me obligaba a recordar que me había disparado en la pierna y se me pasaba la tontería. Otras veces lo oía llorar mientras se sorbía los mocos y me entraban ganas de levantarme de la cama y abrazarle, algo complicado, dado que no era ni capaz de abrir los ojos más de dos minutos seguidos, supongo que había perdido demasiada sangre.

De golpe, un pensamiento me golpeó con fuerza y angustia haciéndome añicos el corazón.

- ¡¿Y mi madre?! – Pregunté gritando a Brian, incorporándome tan rápido de la cama que mi cuerpo perdió el norte y el equilibrio. Me entraron unas náuseas horrendas y vomité hacia el costado de la cama. Brian corrió hacia mí para recogerme el pelo y sostenerme.

- Brit, estírate. – Dijo mientras me limpiaba la cara - Ahora. – Insistió. Y por una vez en la vida le hice caso a un hombre a la segunda, una de esas pequeñas promesas que una se hace, nada importante. – Tu madre está bien – prosiguió – y tranquila que no te echa de menos, se cree que estas con tu queridito James durante esta semana. – Lo dijo con un rintintín que me pareció ciertamente extraño, como si estuviera celoso. Sinceramente, me importaba un pito.

Y los ojos se me cerraron una vez más. 


Esto no se para, esto no se para, esto no se para, continuará...


V.

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