viernes, 18 de enero de 2013

Brit - Capítulo 10

Tenía entre mis manos aquella caja morada, la sangre empezaba a hervirme, reventaría en un momento u otro. Y sucedió. Estampé la maldita caja contra el suelo y las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas impactando contra el suelo. Lloré y volví a llorar… 


En medio de toda la llorera saqué la guitarra de su funda y Lucy y yo dejamos de estar en aquella habitación, todo a mi alrededor desapareció, dejándonos llevar por el ritmo lento del oleaje en un llanto embriagador…

Dm7, Bb9, F y C...

Dm7                Bb9                      F                                                              C9
Come up to meet you, tell you I'm sorry, you don't know how lovely you are 


Suspiré. Y seguí cantando...

Bb9
Nobody said it was easy…

Cuando me sentía triste, solía tocar la guitarra, me hacía sentir bien, una vez oí que hacer el amor con la persona que quieres es como  tocar la guitarra con los ojos cerrados...

Hacía mucho ya que no tocaba la guitarra con los ojos cerrados…

Lucy fue un regalo de mi madre, recuerdo que era un día cualquiera, de un mes cualquiera, en mi decimosexta primavera. Jamás me olvidaré de los callos que me salieron en los dedos aquél verano, pasé tantas horas en aquel parque, aprendiendo nuevas canciones, dejando que el sol me regara de vitamina D. A pesar de estar más sola que la una, fue un buen verano.

Miré hacía el suelo, chocando la mirada contra la dichosa caja, que seguía en el suelo esplendorosa, intacta. Me odiaba a mí misma. Me sentía tan inmune al amor y tan impotente a la vez…

James me había dado esa caja el día anterior diciéndome, con una gran sonrisa y con las mejillas ruborizadas, que me quería, que era el amor de su vida y que íbamos a tener dos niños, un niño y una niña. Y que los llevaríamos al parque y les enseñaríamos el mundo, que… seríamos unos padres geniales... ¿Y qué hizo la lista de Brit? Estropear el momento. Me puse a llorar. Sí, como lo oyes, así sin más. Llevábamos un año saliendo juntos y por más que lo intentara yo no sentía lo mismo por él que que él por mí, lo notaba en su mirada, en la manera de mirarme, en cómo me cuidaba, como algo frágil, como un tesoro que ya no esperas encontrar.

Miré hacía las cuerdas de la guitarra y un moratón en mi muñeca llamó mi atención. Seguro que me lo había hecho aquél inútil, pensándolo mucho llegué a la conclusión de que aquél capullo se hartaba a follar todo lo que quería y más, con solo tocarme había conseguido ponerme como cual perra en celo, a sus pies. Y parecía tener mucha práctica en ello. Sólo de pensar en la manera en que me besó y cómo me empotró contra la pared, mostrándome su gran erección empecé a humedecerme…

“Esto es enfermizo Brit. Prou.”

Seguía dándole vueltas al porqué no recordaba nada más allá del momento en que le até de pies y manos a la silla, me tenía desconcertada. En principio no podía salir de la capsula de espacio-tiempo hasta que ayudara a la persona en cuestión, así que aquello no tenía mucho sentido. Y yo no le había dado lo que él buscaba. Ni el sexo desenfrenado ni el secreto que le pertenecía a alguien de su interés.

Llamaron al timbre.

- ¡Brit! ¡Es James! ¡Le he dicho que suba! Abre tú la puerta que he de hacer la cena– chilló desde el recibidor.

Deje la guitarra recostada sobre la cama con sumo cuidado, seguro que James venía para hablar sobre lo ocurrido ayer, fuí hacia el recibidor y lo esperé con la puerta abierta. Empecé a prepararme un discurso sobre lo que iba a decirle. Que sentía lo sucedido, bla bla bla bla, que tenía la regla, bla bla bla, que tal vez teníamos que ir más despacio, aunque tal vez eso no colaba después de un año de relación, la gran Brit empezaba a perder credibilidad. Al final mis dichosas amigas tendrían razón y moriría sola.
La puerta del ascensor se abrió. Puse una de mis mejores sonrisas, James nunca se podía resistir a ellas, le encantaban, siempre decía que yo tenía una cara hecha para sonreír. En el fondo, lo quería, pero no estaba enamorada de él. Aunque la verdad es que no recordaba haberme enamorado de nadie nunca, así que tampoco sabía lo que era estar enamorada de alguien. O tal vez sí, por un momento la duda se plantó en mi corazón, mientras mi cerebro seguía negándolo con fuerza. Y fue entonces cuando el corazón se paró para dar un vuelco enorme, me quedé helada y a la vez el corazón me iba a mil pulsaciones por minuto. No era James. 

Brian me sonreía exultante desde la puerta del ascensor mientras me apuntaba con una pistola.

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Continuará…

V.

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