domingo, 13 de enero de 2013

Brit - Capítulo 9


Bésame Brit.

Y todo empezó a desaparecer antes de que mis labios pudieran rozar los suyos, disipándonos como polvo en el viento, perdiéndonos en el olvido, una vez más…

- ¡Misses Brit! ¡Wake up! Could you please pay attention to what I’m trying to explain? It will be only five minutes and all of you could leave.

¿Cómo? ¿Me había dormido? No era posible, nunca llegaba a dormirme en una clase de inglés y menos con Damien como profesor. Bueno, en fin, cinco minutos y para casa, que ya tocaba después de un largo día fuera. Empecé a recoger y a ponerme el abrigo, la bufanda, el gorro y los guantes. Ya, el frío y yo no éramos muy amigos que se dijera, que se le va a hacer si en otra vida yo no llegué a ser un cubito de hielo…

Salí de la academia de inglés más rápido de lo que canta un gallo, antes de que Damien pudiera amonestarme por haberme dormido en clase. No iba a permitir que él también me soltara el discursito, ya lo haría mi madre por él. Había dejado la habitación tan ordenada esta mañana… Pero es que ¡Claro! Todo era culpa de la segunda ley de la termodinámica pero mi madre jamás llegaba a entenderme ni a mí, ni a mis conceptos científicos, era una incomprendida.

Bajaba por el paseo, echando halo por la boca, siempre había creído que eso era lo único bueno del invierno.
Las luces de navidad ya estaban apagadas, pronto las quitarían de las calles, la Navidad había pasado, por suerte. No me gustaba demasiado la Navidad, siempre solía ponerme triste para esas épocas y aunque no entendía muy bien porqué siempre acababa llorando un día u otro, hacía unos años ya que esos días no me llenaban como solían hacerlo, dicen que a veces el corazón tiene motivos que la razón desconoce, y no veas cómo de triste se ponía mi corazón…

Ojalá pudiera teletransportarme en el espacio cuando quisiera...” pensé mientras tiritaba del frío y aceleraba el paso. Sinceramente esto de los poderes era agotador, estaba segura de que tanto Ghandi como John Lenon les hubieran dado mucho más uso que yo, dos calles más y ya estaría en casa. Antes de llegar al portal vislumbre lo que parecían ser dos hombres vestidos con trajes, genial, agentes del bien,­ hoy no, por favor. Mañana, pero hoy no, estaba demasiado cansada. Me hice invisible, a ver si había suerte y me dejaban en paz. Justo antes de llegar ni siquiera a meter la llave en la cerradura, uno de los dos dijo con cierto tono amenazador:

- Brit…

Boh. Y aparecí en traje.

- ¡Anda! ¿Entrevista de trabajo? – dijo burlón con cierto tono falso de sorpresa

- Ja,ja,ja. Tú siempre tan hilarante. ¿Qué quieres Richard? – respondí con mala cara.

- ¿Estás bien Brit? – preguntó preocupado

- Sí - dije más seca que la mojama.

- ¿Seguro? ¿Ha pasado algo esta tarde de lo que quieras hablar? – insistió incrédulo.

- No. ¿”Ha pasado algo esta tarde de lo que yo quiera hablar” que no me haya enterado? – imité como cual loro mostrando cierto hastío.

- Eso dímelo tú – sentenció tajante.

No estaba entendiendo nada, se me escapaba algo, pero no sabía el qué. Piensa Brit, piensa. Y entonces me acordé, ¡No me había dormido! Me había teletransportado y una especie de cupido lunático casi me había intentado matar, pero… ¿Y después? Le expliqué a Richard lo que recordaba, mencionándole que no recordaba nada de lo que había sucedido después de que lo atara de pies y manos a una silla. Richard me apretó un poco más para ver si podía sonsacarme algo más y para asegurarse de que no me estaba guardando información crucial, al fin y al cabo yo ya tenía antecedentes en tales fechorías. Richard tenía muy buen sentido del humor y por suerte mucha paciencia conmigo. Para mí, él era como el padre que nunca había tenido, pero yo era demasiado orgullosa como para decírselo. Siete minutos y cuarenta segundos más tarde, me guiñó el ojo después de desearme unas buenas noches y él y su compañero desaparecieron. Subí corriendo las escaleras no fuera a ser que se lo hubieran pensado mejor y empezaran otra vez a torturarme a preguntas a las cuales no tenía respuesta.

- ¡Hola Mama!

- ¡Julietta-Britget-Smith! ¡Haz el favor de recoger esa pocilga! Bla bla bla ¡Ahora mismo! Bla bla bla ¡¿Pero a ti no te da vergüenza?! Bla bla bla ¡Que ya tienes veinte años para ser tan guarra!

- Te quiero mamá – le dije sonriendo, mientras observaba su rostro enfurecido.

Estaba preciosa cuando se enfadaba, no llegaba a entender como “papá” fue capaz de abandonarla o… mejor dicho abandonarnos. Al procesar lo que le había dicho, se calló y me abrazó. Había tenido un mal día.

- Yo también te quiero cariño… - me dijo al oído mientras seguía apretujándome fuerte. 

Mother-daughter-hugging_resized400x266_large

Me dirigí a mi cuarto y empecé a ordenarlo mientras mi madre y yo nos hablábamos de habitación a habitación explicándonos como nos había ido el día. Nada en especial. De entre la ropa que había amontonada en la silla, me encontré una caja morada hecha de cartón del tamaño de un libro. Llevaba mi nombre.



Continuará…

V.

No hay comentarios:

Publicar un comentario