lunes, 21 de enero de 2013

Brit - Capítulo 11

- ¿Sorprendida? – se burló Brian mientras levantaba las cejas rápidamente apuntándome con la pistola.

Cálmate histérica, pensé. “¡Qué histérica, ni que niño muerto! ¡Tiene una pistola!” ¿Eso de ahí? Mi subconsciente, siempre tan útil él. 


Todo iba a salir bien, yo iba a estar bien, sí, sí, sí… mañana yo estaría bien, bien jodida. Al parecer Brian sabía más información de mí que yo de él, espero que Richard hubiera activado un plan de acción, o cualquier cosa que activaran ellos cuando uno de sus Ángeles, por decirlo de una manera ordinaria, estaba en peligro. Estaba en cuarentena, se suponía que cuando pasaban estas cosas te tenían vigilado 40 horas. Sí, tenían que tener un plan ¡¿No?!

No era capaz de moverme, con cinco segundos hubiera sido suficiente para entrar en casa y cerrar la puerta de un golpe, pero eso supondría un peligro para mi madre y una serie de explicaciones que ahora mismo no tenía ganas de explicarle. “Eh mamá, que bueno... que tengo superpoderes, sí, leo la mente; sí, también me teletransporto, no, donde quiero no; ¿que porqué? Por el "turning point". Bla bla bla.  Ah y se me olvidaba… Nada importante ¿eh? Hará cosa de un tiempo que le robe a uno de los peces más gordos del mundo uno de sus más preciados secretos y claro, acaban de venir a saldar cuentas. Pero tú no te preocupes, solo me torturaran hasta que consigan lo que quieran, nada del otro mundo”. Evidentemente no.

Y ahí estaba yo, pensando un plan. Definitivamente estaba jodida. Ahora entendía porque la gente en las películas se quedaba paralizada cuando iba a morir; no es que fueran unos retrasados desadaptados del medio, simplemente el cerebro entraba en una infinita desconexión, en un rollo de "tonto el último", maldito traidor. Ya me lo imagino enfundado en un bañador de flores hawaianas de colores estridentes con la maleta y las gafas de sol diciendo“¡Aquí os quedáis pringaos!” mientras dice adiós con la mano.

- Como te muevas, te juro que te vuelo los sesos – sentenció con una sonrisa de superioridad – y después le vuelo la tapa de los sesos a ella – continuó, señalando con la cabeza la casa, refiriéndose a mi madre – y ahora le vas a decir a tu queridísima mamá que te vas a dar un paseo con tu queridísimo novio. Y espavila. – finalizó mirándome duramente a los ojos.



- ¡Mamá, ahora vuelvo! ¡James y yo vamos a dar una vuelta un rato, no me esperes para cenar! – grité desde la puerta con lágrimas en los ojos - ¡Te quiero!

- ¡Vale! ¡Pasádlo bien! – chilló desde la cocina – ¡Yo también te quiero cariño!

Le miré, aún con lágrimas en los ojos y cerré la puerta de casa, acto seguido él soltó una risa burlona que me hizo hervir la sangre, rematando la jugada con un:

- Pues al parecer no eres tan valiente ¿eh? – susurró bien cerca de mi cara mientras me cogía del brazo con fuerza haciéndome daño a propósito, apuntándome con la pistola en el estómago provocándome seguramente otro morado.  


Bajamos por el ascensor callados, al llegar a la planta baja, me pregunté dónde demonios se metía Mr.Cebolla cuando lo necesitaba, de un eructo lo hubiera dejado K.O. Salimos del portal mientras me empujaba del brazo con fuerza mientras yo no oponía ninguna resistencia, no es que fuera así de tonta, simplemente estábamos en sitio sagrado y no iba a montar una escena aquí. 

Hacía frío en la calle, mucho frío y yo no llevaba chaqueta. Cuatro calles más adelante llegamos a su coche, un Lamborghini Gallardo LP560-4 de color blanco, el coche de mis sueños. Hijo de puta.

- Mola ¿eh? – gritó con chulería

En ese momento le hubiera pegado un puñetazo y le hubiera robado las llaves si no fuera porque llevaba su pistola pegada a los riñones, dispuesta a disparar al mínimo movimiento en falso.

Abrió la puerta del Lamborghini y me invitó a sentarme, seguidamente me esposó las manos y con otras esposas me esposó a la puerta del coche para que no hiciera ningún movimiento perjudicial mientras conducía.

- ¿Te molesta? Pues recuerda esto nena, lo que no quieras para ti, no se lo hagas a los demás – canturreó mientras cerraba la puerta.

Odiaba que me dijeran "nena". Dio la vuelta al coche y se sentó en el asiento del conductor, metió la llave y la hizo girar y la bestia rujió. A pesar de la situación me dio un subidón de adrenalina. Me encantaba aquél coche

“Nota mental número 1 : Antes de torturarla hasta sonsacarle hasta el alma, estrenar los asientos de atrás” – empecé a escuchar dentro de mí cabeza– “¿Qué hora es? ¡Uf! Las diez, tendremos que pisarle al acelerador sino no llegaremos a tiempo y no podré follármela antes de entregarsela a Seven”

- Como me toques con esa polla leprosa y sifílica que debes tener, te juro que te la arranco de cuajo– susurré sin ni siquiera mirarle a la cara mientras mantenía la mirada fija hacia la carretera.

Se quedó atónito y callado durante un minuto, acto seguido contraatacó.

- ¿Nunca te han dicho que meterte en los pensamientos de los demás está mal? – masculló como un niño inmaduro – Además, no seas así de dura conmigo, la última vez me dejaste a medias y no me digas que no te gustó. A todas les gusta, y siempre me lo agradecen, supongo que las chicas no descubrís ser multiorgásmicas cada día.

- Eres asqueroso, yo no soy todas, imbécil – respondí con acritud mientras seguía mirando la carretera, sin dirigirle la mirada.

Sacó una pistola de la guantera que había en la puerta de su costado izquierdo y me apuntó mientras conducía. Íbamos a tener un accidente al final.

- O bajas esos humos o te disparo en una pierna para que veas que se siente al desangrarse lentamente – amenazó con dureza sin abrir mucho la boca.

- ¿Y estropear la maravillosa tapicería de tu Lamborghini Gallardo LP560-4? – le desafié una vez más sin mirarle si quiera a la cara, perdiendo la vista en el horizonte - Vamos,  cabronazo sin escrúpulos, hazlo. – susurré mientras ésta vez lo miraba fijamente a los ojos.

Y lo hizo. 

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Me ardía la piel, quemaba, jamás había experimentado semejante dolor. La bala me había desgarrado el pantalón haciendo un gran boquete en la tela y ergo en mí piel. Notaba como la sangre bombeaba con fuerza en mi muslo izquierdo, inflamando la zona. Empezó a brotar lentamente sangre de la herida, empapando todo de sangre a medida que pasaban los minutos. Me quedé callada, soportando el dolor, María, mi pediatra, estaría orgullosa de mí, no veas los berridos que pegaba cuando tocaba vacunarme o tenía que curarme alguna herida, lo hacía por vicio, pero eso solo lo sabía yo. 

Brian seguía conduciendo mientras iba mirándome de reojo, se palpaba en el ambiente que la preocupación se lo comía por dentro, llevaba diez minutos desangrándome y yo no había expresado ningún ápice de dolor, no había dicho nada y los segundos seguían pasando de la manera más lenta que jamás te hayas podido imaginar...

- ¿Estás bien? – sucumbió finalmente, después de veinte minutos de silencio - ¿Britget? - insistió ansioso, mostrando cierta preocupación e inquietud.

Ni lo miré, me estaba muriendo, había perdido demasiada sangre...

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Continuará…

V.

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